Don Buto es un señor muy especial.
Un señor a la antigua.
Un señor que viste traje y lleva sombrero.
Hasta aquí Don Buto es un señor a la antigua
como cualquier otro señor a la antigua;
pero dije que es muy especial
y lo que lo hace especial,
es un detalle de su vestimenta:
Don Buto, en lugar abrochar flores en su ojal,
todas las mañanas antes de salir de su casa,
se abrocha un cuento,
que elige según el clima
o el humor con que se levante.

jueves, 7 de octubre de 2010

El último planeta del universo

Las tardecitas de primavera son tardes perfectas para cuentos interplanetarios, le dijo a Joaquín Don Buto y sacó un cuento de su ojal y se lo regaló, entonces, Joaquín se sentó en una hamaca del parque y se puso a leer:

¿Qué si nos van a poner en penitencia hasta navidad?
No podemos por eso dejar de hacer el viaje por una simple razón: nos olvidamos allá a mi hermano el menor.

Mi hermano está en el último planeta del universo; el que está doblando a la derecha, a unos doscientos millones de kilómetros del penúltimo planeta del universo, que es verde y naranja. No como el último que es mitad rojo y negro; y mitad rojo y blanco.

Así que aunque estamos castigados, igual preparamos el viaje porque si mamá se entera de que mi hermano el menor está allá, solo, en medio de la selva de fruta, nos mata o lo que es peor nos deja sin televisión.

Para empezar tengo que decir que la culpa de que mi hermano el menor ande con los pañales sucios sentado entre las frutas en el último planeta no es culpa nuestra. No es culpa mía ni de mi prima Moira, ni de mi primo Mauricio, que es el mayor de todos los primos que tengo. La culpa es de los “unión-colón” o “colón-unión” según se los mire, y de mi hermano el menor, que se coló en la nave espacial.
Para cuando nos dimos cuenta ya era tarde porque estábamos en la estratosfera, que es un lugar muy peligroso para andar bajando gente, sobre todo por la caída.
Para colmo, por culpa de Mauricio, que insistió en que la nave debía ser redonda para no ofrecer resistencia al espacio exterior, cada vez que salimos de la atmósfera terrestre empezamos a dar vueltas como bola sin manija. Así que mi hermano el menor, que se había escondido en el sector de las armas intergalácticas y la leche chocolatada, ni bien pisamos la estratosfera, salió expulsado del escondite y empezó a volar siguiendo las vueltas que daba la nave.

Nosotros, que ya teníamos experiencia en este tipo de viajes y sabíamos lo de las vueltas, habíamos acondicionado la nave con cinturones de seguridad que sacamos del auto del Tío Ignacio. Dicho sea de paso lo de los cinturones fue lo que nos valió el enojo de la abuela porque el tío Ignacio es su “nene” preferido. Al final no entiendo que hay que hacer para conformar a los adultos porque se la pasan dando indicaciones y recomendaciones y cuando uno les hace caso, al pie de la letra, se enojan igual. Se supone que hay que tomar medidas de seguridad cuando uno sale a jugar, sobre todo si uno va a irse al último planeta del universo a ver un clásico del fútbol intergaláctido.
Mi hermano el menor empezó a girar y girar y girar y nosotros que estábamos atados, tardamos un rato en poder agarrarlo así que se vomitó encima todo el contenido de la mamadera ¡Un asco! Por suerte los “colón-unión” o “unión-colón”, según se los mire, no tienen nariz. Lástima que nosotros sí.

Cuando llegamos al último planeta del universo nos bajamos y empezamos a caminar, todos menos mi hermano el menor que fue gateando. Los “unión-colón” o “colón-unión”, según se los mire, tienen un planeta hecho de fruta. Esto fue lo que le explicamos a mamá cuando vio la alfombra hecha de naranjas y ciruelas.

El partido empezó y como los unión-colón o colón-unión, según se los mire, no tienen papel porque todo es de fruta, usamos los quinotos y las moras como papelitos de colores. También le explicamos eso a mamá cuando vio las remeras manchadas de mora y a mi prima Moira agarrándose la panza porque se había comido como tres árboles de quinotos, bueno, de cáscara de quinotos, porque las cáscaras de los quinotos son dulces pero la pulpa es agria, así que Moira se comió las cáscaras y tiró la pulpa que no tiene nada de malo porque en el último planeta del universo los quinotos son papeles de colores para tirar en la cancha y que vayan con o sin cáscara es un detalle sin importancia.

El clásico del fútbol intergaláctico terminó en empate: 700 a 700, porque en el último planeta del universo todos los partidos terminan en empate 700 a 700. Hay una ley que lo garantiza.

Nosotros alentamos desde la tribuna que era una montaña hecha con limones. Mi hermano el menor estaba al lado mío, chupando limones y balbuceando como de costumbre. Tenía la boca y los labios y buena parte de la cara cubierta de una capa pegajosa y medio negra, pero estaba de lo más contento así que ninguno de nosotros podíamos imaginarnos ese asunto de las bacterias que nos explicaron después, cuando lo metieron de cabeza en el baño mientras nos gritaban algo que se supone no puedo repetir porque es de mala educación.

De repente, porque en el último planeta del universo los partidos de fútbol terminan de repente y en cualquier momento, sonó el silbato y en menos que abrimos y cerramos los ojos, porque los quinotos que tiraban los simpatizantes hacían que nos ardieran y nos pasábamos abriendo y cerrando para aplacar la picazón, mi hermano el menor había desparecido sin dejar rastro.

Fue ahí que escuchamos los gritos del tío Ignacio y que vimos que la abuela salía al patio y corría hasta la cochera, después hasta la casa, y después vuelta a la cochera arrastrando a mamá de un brazo.

Estamos castigados, nos mandaron a limpiar el patio. Yo amontono la fruta con el rastrillo. Mauricio tiene la pala porque es el mayor, y Moira sostiene la bolsa donde mi primo hecha la fruta que se estropeó un poco. Es que la fruta es frágil.

Pero ni bien terminemos nos vamos. Nos subimos a la nave que dejamos en el gallinero y nos vamos. Pensamos que mientras teníamos los ojos cerrados por la lluvia de quinotos, mi hermano el menor se tiene que haber ido a explorar por dentro montaña de limones porque en el último planeta del universo las montañas son huecas y tienen insectos que brillan, saben matemáticas y canto y son los que dibujan los mapas y organizan los partidos de fútbol.











No hay comentarios:

Publicar un comentario