Don Buto es un señor muy especial.
Un señor a la antigua.
Un señor que viste traje y lleva sombrero.
Hasta aquí Don Buto es un señor a la antigua
como cualquier otro señor a la antigua;
pero dije que es muy especial
y lo que lo hace especial,
es un detalle de su vestimenta:
Don Buto, en lugar abrochar flores en su ojal,
todas las mañanas antes de salir de su casa,
se abrocha un cuento,
que elige según el clima
o el humor con que se levante.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Benito enamorado

No no y no le dijo Don Buto esa mañana a Benito, y Benito, enojadísimo, le chamuscó las solapas del traje porque los dragones no controlan muy bien el fuego cuando se enojan. Lo que ocurría era que Benito estaba enamorado y como todo enamorado buscaba su princesa y Don Buto, trataba de explicarle que las princesas no se enamoran de los dragones porque los dragones las encierran en torres altísimas, entonces tienen que dejarse crecer el pelo miles de metros para poder hacer una escalera con la cual escapar y eso les lleva muchísimo tiempo y...y Don Buto no pudo seguir con las explicaciones porque Benito se había puesto a llorar. Lloraba bracitas que Don Buto apagaba pisándolas con sus relucientes zapatos dando saltos por toda la habitación tras las brazas que saltaban de los ojos de Benito y caían sobre el piso, sobre la alfombra, sobre la cama, sobre las cortinas y hasta saltaron sobre la araña, y fue trepado a la araña que Don Buto tuvo la idea.Me parece que puede resultar, dijo Benito aspirando un par de sus dragonísimas lágrimas que dejaron un hilo de humo en el aire cuando desaparecieron dentro de su nariz.Entones... ¡Manos a la obra!, dijo Don Buto aplastando un fueguito que crecía bajo la cama.Lo primero que hicieron fue redactar un anuncio que decía así:"Dragón enamorado busca princesa sin miedo al fuego ni a las alturas". Una vez revisada la ortografía y elegido el color de las letras, imprimieron varios millones de copias y las llevaron a las radios y a los canales de TV; a los diarios y a los cuarteles de bomberos.A eso de las tres de la tarde la ciudad estaba empapelada con el anuncio y en todas las casas un locutor de radio o una conductora de televisión repetía una y otra vez: Llamado a la solidaridad: se necesita princesa sin temor al fuego ni a la altura, que quiera conocer a dragón enamorado.Mientras tanto Don Buto se había sentado en el patio a tomarse unos matecitos confiando en que Benito encontrara en alguna enciclopedia, una dragona de la cual enamorarse, porque Don Buto estaba convencido: las princesas solo se enamoran de príncipes, nunca de dragones.Fue a eso de las siete de la tarde cuando el timbre sonó y al abrir la puerta de su casa, Don Buto se encontró con una princesa con dama de compañía, carroza de cuatro caballos, 100 lacayos, 20 caballeros, perrito faldero, peluquero y una mejor amiga. Ni bien abrió Don Buto la puerta, se le metieron en la casa exigiéndole la reverencia de rigor ante su majestad que era una niña de pelo igual de rojo que el fuego que, como el fuego, subía desde la frente como si fuese llamaradas que terminaban en un punta aguda y amarilla. Don Buto no cabía en sí del asombro y lo único que atinó a hacer fue a llamar a un viejo amigo escritor de cuentos para pedirle consejo, pero de poco le sirvió porque su amigo le dijo que las reglas que habían existido desde siempre, ya no se aplicaban a los cuentos de hoy en día, y agregó que él, bastante lío tenía con un ogro vegetariano y un león que quería ser actor y una princesa que quería jugar al fútbol, y un príncipe que quería ser modelo de pasarela y...y Don Buto prefirió no seguir escuchando así que se despidió y cortó. Lo último que alcanzó a escuchar fue: Don Buto ¿qué haría usted con un sapo que no quiere volverse príncipe sino gerente de banco?
La casa bullía de gente y Benito convidaba con sandwichitos de salame y jugo de naranja a la princesa, a su dama de compañía, a los lacayos y los caballeros, al peluquero y la mejor amiga y hasta a los caballos.La princesa y su mejor amiga se dedicaban a observar a Benito de arriba a abajo, evaluarlo con unos ojos amarillos parecidos a los de los lagartos y a cuchichear a tal velocidad que las bocas dejaban ver las lenguas finitas y unos colmillos agudos tan agudos que llamaron la atención de Don Buto y encantaron a Benito. Una princesa con dientes de dragón, pensó suspirando Benito, en tanto los caballeros planeaban un torneo de justas en pleno comedor y los lacayos iban y venían preparando caballos y armaduras y lanzas.Don Buto sintió que todo aquello era demasiado y trató de convencer a Benito para que los sacara de la casa, pero el dragón, más enamorado que nunca, solo tenía ojos y dientes y resoplidos con llamitas de colores para su princesa con pelo de fuego y ojos de cocodrilo.Las horas pasaron, los sandwiches y el jugo se acabaron. El torneo dejó un saldo de 7 caballeros ganadores, 4 en segundo lugar, 8 en tercero y 1 perdedor por abandono, es que Sir Panfrancés duque de Pastafrola, no pudo subir al caballo tanto sandwich, tanto salame y tanto jugo con soda.Por suerte para Don Buto a las doce de la noche, que es la hora en que se deshacen la mayoría de los hechizos, se acallan los cuentos, las princesas se quedan dormidas y los dragones recobran la cordura, Benito, cansado de preparar sandwichitos sin poder llenar a la insaciable princesa, decidió que lo mejor sería buscarse una dragona de la cual enamorarse, que son menos tragonas y no tienen mejores amigas habladoras. Y no bien lo decidió y lo comunicó con un par de rugidos, el cortejo entero salió cabizbajo de la casa, y mientras Don Buto se sentaba en su sillón preferido a ver televisión, la princesa le pidió a Benito una bolita de fuego, según ella para lavarse las manos, y ocurrió que cuando Benito sopló, despacio, con cuidado, una bolita de fuego azul se fue formando en la palma verde de la mano de la princesa y se fue agrandando hasta tragársela por completo y después tragarse el brazo y después a toda la princesa que quedó flotando dentro de aquella burbuja de frío fuego azul.
Se estará bañando pensó Benito. Pero no, lo que ocurrió es que la tal princesa no era princesa sino dragón y cuando el fuego se extinguió pudo mostrarse tal cual era con sus púas rojas y sus labios enormes, rojos también y sus alas a lunares verdes.Don Buto se había dormido en el sillón así que Benito y su princesa dragón tuvieron que arreglárselas solos para guardarse en el cajón de los cuentos, claro que antes hicieron un paseíto por la noche, muy cerca de la luna.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Cuento olvidado

Cuando Don Buto sale a pasear con su nieta, seguro que olvida llevar un cuento en su ojal. Es que con Ebe le alcanza y le sobra para volverse loco, sobre todo cuando llega a la casa de su abuelo prendida del brazo de su amiga Nina. Cuando eso ocurre Don Buto respira hondo, se llena los bolsillos de caramelos y se vuelve todo oídos:

Nina: No sabés qué lindo que es el perro de Julián. Requete lindo...como Julián.

Ebe: Yo vi uno igual por la tele.

Nina: Tiene unos oojitooosss re lindos, re brillantes... como los de Julián.

Ebe: El de la tele los tenía azules.

Nina: Tiene unas manitos re-suavecitas, así deben ser las de Julián ¿no te parece?

Ebe: Los perros no tienen manos.

Nina: Sí tienen, las patas de adelante son las manos de los perros.

Ebe: El que vi en la tele era color gris con manchas blancas, parecía hecho de nieve.

Nina: El de Julián es morocho como Julián.

Ebe: No hay perros morochos nena.

Nina: Sí hay.

Ebe: No hay.

Nina: Sí que hay el de Julián es morocho y con rulitos....como Julián.

Ebe: El de la tele tenía las orejas muy paradas para escuchar lejos porque esos perros cazan para comer.

Nina: El de Julián tiene unas orejitas re chiquititas como las de Julián.

Ebe: Mi mamá me dijo que cuando nacen toman la teta como mi hermanito ¡Qué asco!

Nina: Mi mamá me dijo que puedo invitar a Julián a tomar la leche ¡Qué lindo!

Ebe: ¿Puedo ir yo también?

Nina: No.

Ebe: ¿Por qué?

Nina: Porque no.

Ebe: Por qué no, nena.

Nina: Porqueeeee...porqueee...en mi casa hay poca leche.

Ebe: Ah!... bueno. El perro de la tele tenía la cola larga, larguísima, larguísima, terminada en un vueltita que hacía un círculo.

Nina: Ay síii...el de Julián la tiene re-peludita.

Ebe: Sí ya sé...¡como la de Julián!

Nina: ¡Tonta!